lunes, 31 de octubre de 2011

Aprender de los errores es un gran paso; y
 aunque no te das cuenta, el dolor del
 pasado te hace más fuerte, acabas 
formando una barrera anti sufrimiento, y 
llegas a un punto en el que las lágrimas solo salen cuando te ríes.

Todo se vuelve un poco incómodo, un poco frío, helado. El silencio es el dueño de la sala esta mañana, quitándole el sitio a la pasión. Recoges tu ropa que habías ido dejando tirada anoche mientras arrancabas la mía. Una noche sin una sola nube en el cielo, manto de estrellas, tú como único abrigo. Ahora, sentada en el borde de la cama, recorro tu espalda con la mirada. Las palabras ya no importan, las miradas duelen. Fue la última noche, casi con rabia, con el dolor de saber que esos eran los últimos besos, las últimas caricias; sabiendo que te decepcioné, leyendo el dolor en tus ojos, y tú el temor en los míos, temor a echarte de menos a pesar de las palabras dichas. Tuve que decirte la verdad porque quemaba, el amor se apaga; y sé que esta será la última vez que tu olor quede impregnado en mis sábanas. Me llevas a casa. Parece que el problema es mi único amigo. Parece que tu mirada y la mía no se quieren volver a ver, parecen desconocidas en una noche que poco a poco va dejando paso al sol. Me dejas en la puerta de casa. Pasa por mi mente la primera vez que me tragiste. La lluvia nos empapaba, pero todo era cálido, tierno, muy tierno, mi sonrisa reflejada en tu mirada te pedía que por favor, te quedaras. Ahora la lluvia solo hiela el corazón. Cierro la puerta del coche y, caminando hacia la puerta de casa, veo tu reflejo a través del cristal. Tu mirada se cruza con la mía, vacías, llenas de rencor, de dolor, de aún un poco de amor, de recuerdos… y te vas, te has ido. No volverás. 

Prohibido volver la vista atrás. Nuestro amor duró lo que dura el invierno. No pudimos acabar con la rutina antes de que ella acabara con nosotros. Cuando todo parecía haber encontrado su lugar, cuando tus miradas me empezaban a hacer temblar, un día, ya nada volvió a ser lo mismo. Pronuncio esas palabras con poco valor, te veo suspirar por última vez, te hago prometer que nos volveremos a ver. Mejor para ti, mejor para mí. Yo no era lo que esperabas, ni tú aquello que necesito, que tanto busqué.




El futuro tiene muchos nombres: Para el débil es lo inalcanzable, para el miedoso, lo desconocido. Para el valiente, la oportunidad.

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