miércoles, 22 de diciembre de 2010

Si no hay mal que por bien no venga, ¿qué bien te trajo hasta mi?

Y ahora ¿qué?, se preguntarán ustedes como yo me lo he preguntado muchas veces. No nos queda otra que tirarnos de cabeza de nuevo a nuestras vidas. ¿Acaso están tan vacías que nos vamos a meter un clavado mortal? No lo creo. Hay mucho por hacer. Así sintamos la inseguridad de un equilibrista inexperto, ese vértigo vale la pena. Nuestra pileta está llena de otras cosas, que pueden no ser amor, pero que están ahí, esperándonos. Estar solo requiere un poco de valentía, así como cuando sentimos que nos vamos en picada de vez en cuando, porque es una lástima pero hasta ahora no están a la venta en los supermercados las recetas mágicas para ser feliz.
Solo hay tiempo. Nuestro tiempo. Tenemos dos opciones, mejor dicho tres. Uno: Nos sentamos a esperar que pase algo. ¿Qué cosa? no lo sé. Dos: Nos levantamos de una, retomamos el camino donde lo dejamos y comenzamos a alejarnos de la parte del pasado que nos hace daño. Tres: Tomamos el camino corto, el que le saca la vuelta a la soledad, y buscamos un clavo que saque al que tenemos clavado.
Nadie es un cuadernito en blanco, somos seres humanos. Sin embargo, podemos cerrar ese viejo álbum de fotos de una buena vez y comprar uno nuevo, o tirarle la puerta en la cara al pasado y gritarle que no la vas a volver a abrir, por lo menos en un buen tiempo. 

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