Me echó un cable la lluvia, yo andaba con paraguas y ella no
-”¿A donde vamos rubia?”.
-”A donde tú me lleves”. -Contestó.
Así que fuimos hasta mi casa. -”Que es el polo”.
-Le advertí. -”Con un colchón nos basta, de estufa, corazón, te tengo a tí”.
Recalenté una sopa con vino tinto, pan y salchichón.
A la segunda copa, -¿qué hacemos con la ropa?, -preguntó.
Y yo que nunca tuve más religión que un cuerpo de mujer,
del cuello de una nube aquella noche me colgué.
Estaba sólo cuando al día siguiente el sol de desveló
me desperté abrazando la ausencia de su cuerpo en mi colchón.
Lo malo no es que huyera con mi cartera y con mi ordenador
peor es que se fuera robándome además el corazón.
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