sábado, 13 de agosto de 2011

Dejá de repetir mi nombre, no quiero que salga de tu boca una vez más. No quiero escucharlo, ni escucharte. Desde el principio lo aclaré, en mi mirada estaba claro: Esto no iba a ser eterno, no iba a funcionar, no iba a llegar más allá. Todas las palabras que nunca dijimos, ahora salen de sus escondites, y todo es tan confuso. Capaz solo soy yo, que no pude creerte, ni mirarte a los ojos. Yo me lo busqué, pero el que te quejás sos vos. Dificilmente puedo recordar la última vez que sentí lo que siento. ¿No ves que intento desaparecer? No jugué con vos; desde el comienzo te conté mi secreto: No me gusta enamorarme. Pero ahora contame tu secreto ¿Qué te hace pensar que sos invencible? Veo en tus ojos que estás muy seguro. ¿La única con miedos acá soy yo? No pierdas el tiempo. (Y dejá de mirarme de ese modo, así.) Pretendamos que esto nunca pasó.
Sin embago ahora estás aca. Volvés a traer tu (nuestra) valija de recuerdos, risas y fantasmas, y la tirás sobre la cama. Llenás tu panza de palabras inútiles que nunca vas a decir, y te largás a llorar. ¿Qué buscas? Porque no logro entenderlo, ni entenderte. Pensé que habíamos encontrado un buen final a todo esto, un final no anunciado, un final sin despedida. Pero ahora estás acá, hablando de second chances, con un aire de arrepentimiento y al mismo tiempo seguridad. Dificilmente puedo recordar la última vez que sentí lo que siento. ¿No ves que intento desaparecer? No jugué con vos; desde el comienzo te conté mi secreto: No me gusta enamorarme. Y te voy a pedir un último favor: Dejá de abrazarme, que soy débil y no quiero quebrarme.




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