martes, 13 de diciembre de 2011

I MISS U 
Seguro que te olvidaste… hoy es nuestro aniversario. Quise hacer de cuenta que era un día más pero algo estaba esperando. No sé. No. No estoy llorando. Me alegro que hayas venido a visitarme. Tengo una idea. Hoy no vayamos al trabajo. Faltemos. Si. Si. Hoy es una ocasión especial. Si, ya sé que tenés responsabilidades. Yo también. Pero viste cómo es. Uno nunca sabe. Tal vez el año que viene estamos muy ocupados para esto. Digamos que estamos enfermos. Quedémonos en cuarentena. Sí. Ya sé. Soy una tonta. No tendría que dedicarte ni un segundo pero ya avisé en el bar. Hoy es una fecha especial. ¿Qué? ¿Querés que te cante? Si me decías que cantaba re mal. A mí siempre me gustó cantar pero a veces no cantaba para no molestarte. Y ahora querés que te cante. Hombres. Quién los entiende. No. No. No me pidas perdón. Ya no estoy enojada. Ya te perdoné. No hace falta, te dije. Yo fui muy feliz con vos. Muy feliz. Demasiado. Sobre todo en la época que me mirabas con cara de boludo. Adoraba tu cara de boludo. Tenías la más linda cara de boludo del universo. Si, a mí se me achinaban los ojos cuando te miraba. Ya sé. No. Ja ja ja ja ja. Ahora besame. Umm. Besame otra vez. Es raro. Ya no siento lo mismo. Bueno, tampoco te lo tomes así. No. Por favor. No me empieces a contar otra vez esa anécdota de cuando eras chico. De cómo asustabas a las gallinas de tu abuela. La tenía que escuchar una vez por semana. Dame un descanso. Pero hoy voy a tener que escuchar tus chistes malos sin quejarme. No, no quiero que me lleves a cenar. Quedémonos así. Aja. Si, te dije eso pero te mentí. No fuiste lo peor que me pasó en la vida. Si. Ya sé. Yo también estuve mal. Es más, aunque no me creas, no te quiero ver solo mucho tiempo más. Me da cosa que estés solo. A veces te imagino solo y triste escuchando ese cd con el que te torturabas, con la heladera vacía, como yo, y me dan unas ganas de llorar. Si algo teníamos en común era en la manera en que odiábamos ir al supermercado. Las familias yendo y viniendo. El frío del aire acondicionado. Vos te ponías de muy mal humor. “Quedate acá”, me decías. “No te muevas”. Era como si tuvieras miedo de perderme entre las familias. Quién lo hubiera dicho. Y abro mi heladera y la veo vacía y me dan ganas de llorar. Y no por mí, eh. Por vos. A mí me gustaba verte reír. A veces me acuerdo de tu cara mirándome, así, como con odio. Yo sólo quería verte reír. No sé bien en qué momento nos dejó de salir lo que al principio nos salía tan fácil. Quién lo hubiera dicho. Si, de verdad. En serio. Ya no estoy enojada. Para nada. Es más, te doy la razón en muchas cosas. Umm. ¿Qué me estás proponiendo? No. Ni loca. Ahora ya es tarde. Era cierto todo eso de que tenía mucho por vivir, que no estaba preparada. Pero yo te quería mucho. Te quise mucho. Ahora no. Te dije que no. Hace unos meses que no me quedaba hablando con vos hasta la madrugada. Te acordás de ese día en ese bar horrible. El del papel tapiz espantoso. Yo estaba tan triste y vos te mostrabas tan feliz. Me contabas de tu viaje, de tus cosas y todo lo que pensabas hacer mientras yo te miraba al borde de un ataque de llanto. “Parezco tan feliz que me odiás, ¿no?”, preguntaste. Y te dije que sí. Yo estaba hecha un desastre. Hasta lloraba en público, entendés. Qué vergüenza. Cómo querías que me alegrara de verte feliz. Y ahí te ablandaste un poco: “Yo también te extraño. Hay noches que me abrazo a la almohada y pienso en vos”. Cuando dijiste eso me puse peor. Era muy doloroso imaginarte solo, triste, con la heladera vacía y hablándole a la almohada. Te dije: “Vamos al cine. Es domingo. No quiero estar un domingo así” y me llevaste al cine. Te costaba decirme que no. Me estabas dejando y me llevaste al cine. Eso fue genial. Así se termina una relación. Nada de portazos. Nada de gritos. Pantalla grande, luces y final. Finalmente lloré en una parte en que no pasaba nada. Vos lloraste en la parte que había que llorar. Me gustaba eso. Que a veces llorabas en el cine. Te lo confieso. Te quedaba lindo. Después salimos de la sala y yo fui al baño. Había una viejitas que me miraban. Me miré en el espejo un rato. Era tan obvio. Lo veía tan claro. Ya no era la misma. No hacía falta de que me cortara el pelo, me hiciera una tintura o estrenara unos lentes de contacto. Nunca iba a volver a ser la misma. Los espejos enseguida se dan cuenta de esas cosas. Pero no. Ya no estoy enojada ni triste. Sólo un poco melancólica. Cuando salí del baño me esperabas en las escaleras y salimos de ahí de la mano. Fue la última vez que caminamos de la mano. Pero no hablemos de cosas tristes. Hoy estamos celebrando el noaniversario. Me siento tonta hablándole a la almohada pero no es la primera vez que me hacés quedar como una tonta.


lunes, 5 de diciembre de 2011

Hola, soy yo, la misma de siempre; no hace falta que hables, solo necesito que me escuches, pero, por favor, no me cuelgues. Simplemente llamaba para recordarte que estoy aquí, que no hace falta que te hagas el indiferente cuando pasas por mi lado. Llamaba para recordarte todos esos momentos que hemos vivido, tú y yo, los dos; puesto que cuando estás con ella parece que te hayas olvidado. Llamaba con la esperanza de que cogieses el teléfono y que cuando te saludase respondiéses con esa voz de alegría, aunque en realidad, sabes que me conformo con oír tu respiración al otro lado del teléfono. No necesito que me digas que me sigues queriendo, tampoco necesito que me digas que en realidad ella no es nada, solo necesito que me digas que tú tampoco te has olvidado. De verdad, que llamaba para decirte que soy la misma de siempre, que no he cambiado, y que también soy una tonta por creer que vas a volver, y bueno nada... yo ya no te molesto más. Porque en fin... sólo llamaba para decirte que te quiero.









Y espero que recibas este mensaje que estoy dejando para ti
Porque odio que te vayas sin escuchar las palabras que necesitaba decirte

Y espero que lo encuentres 
Lo que estas buscando
Y espero que todo lo que soñaste de tu vida pueda ser,
Y mucho más
Y espero que seas feliz donde sea que estés
Quería que sepas que 
Esto no va a cambiar nada
Y espero que lo encuentres

Se supone que me quede por ahí y espere por siempre? 
Las últimas palabras que dije
Pero eso no era nada más que un corazón roto hablando, cariño
Tú sabes que no fue lo que quise decir
Llámame, déjame saber que recibiste este mensaje que estoy dejando para ti






Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.